Pues hoy me apetecía hacer una nueva entrada con un relato que escribí en marzo para colaborar en el Especial de La Bella y la Bestia. Había que hacer una versión con alguno de los personajes de la película y bueno, pues se me ocurrió hacerlo sobre Gaston. Es sobre la verdadera amistad.
Desde aquí podéis entrar y ver qué es lo que se hizo para el Especial, aunque colaboraron otros muchos blogs.
EL VERDADERO AMOR TE HARÁ LIBRE
¡Hola!, me llamo Gaston y acabo de recordar qué me ha
sucedido.
No hace mucho, intentando darle muerte
a la Bestia, me precipité al vacío perdiendo la vida. El golpe fue tremendo.
Yo quería a Bella, tenía que ser para
mí, en el momento de mi caída vi toda mi vida pasar, y sigo sin entender por
qué motivo ella me rechazó eligiendo a aquel monstruo.
Soy el más guapo y apuesto de la aldea,
perdón, era, porque ya no pertenezco al mundo de los vivos, pero cuando vivía,
no tenía rival, era el mejor cazador, el más musculado y el más listo de todos
los del lugar, podía tener a la mujer que quisiera y yo me empeñé en seducir a
Bella, pero la niña mimada solo quería leer y pensar por ella misma. «Habrase
visto…».
Después de haberle preparado la boda
que cualquier mujer hubiera soñado en el jardín de su casa, me echó a patadas y
desapareció.
Aquí, donde me encuentro ahora mismo, iluso
de mí…, —pensaba que estaba en el cielo—, pero me han comentado que estoy en
mitad de la nada, ni arriba ni abajo. Debo de meditar cómo fue mi vida terrenal
y si consigo reparar todo el daño que le hice a la gente, podré regresar y
empezar de cero siendo un simple campesino. Tendré que vivir de mi trabajo y
ganarme el pan con mis propia manos, y solo si conozco el verdadero amor, podré
quedarme en el mundo de los vivos de nuevo.
He estado tentado a decir que no,
porque un hombre como yo jamás debería de ensuciarse las manos arando el campo
y no me veo sirviendo a nadie, pero este sitio es frío y aburrido, aquí nadie
puede deleitarse con mi belleza, ni de mis habilidades como cazador, no puedo
demostrar que soy el mejor.
He decidido aceptar el reto y en breve
un hada vendrá a por mí para llevarme de regreso a la aldea, me siento fuerte y
preparado, en cuanto me vean de regreso, todas aquellas que bebían los vientos
por mí, caerán rendidas a mis pies, podré desposar a la más guapa y de esta
manera volveré a ser el mortal que merezco.
—¡Ohhhh!
¡Qué me caigo! ¡Qué os estáis equivocando! Que yo no voy para abajoooooo, volved a subirme, el
Infierno no es mi lugar.
—Gaston, creo que no has entendido nada
de nada. —Escucho una voz femenina que no sé de dónde viene.
—¿Cómo qué no he entendido nada? A mí
me habéis dicho que tengo que regresar, trabajar y enamorarme —respondo
mientras intento buscar un objeto al que agarrarme para no seguir descendiendo.
—Disculpa, soy capaz de escuchar tus
pensamientos y he de decirte que no has captado la idea —me vuelve a decir la voz
femenina.
Me han vuelto a explicar en qué
consiste esta nueva oportunidad, y realmente, o soy muy necio o sigo
entendiendo lo mismo. Qué rabia me da que la vocecita pueda meterse dentro de
mi cabeza. Me voy repitiendo a mí mismo que debo encontrar al amor de mi vida y
que debería de ser buena gente, pero si es que ya lo era…
—¿Dónde estoy? —Alguien me está
chupando la cara.
Cuando consigo incorporarme, noto que
tengo el cuerpo mojado, voy embadurnado de lodo, y llevo desde las cejas hasta
la punta de los pies hojas secas pegadas. «¡Qué asco!».
Tengo a un chucho revoloteando a mi alrededor,
no para de saltar por encima de mis piernas.
—Chucho, para, estate quietecito si no
quieres que te de unos azotes —le digo mientras lo aparto de mi lado.
Sus ladridos se me están clavando en el
cerebro, «qué perro más desagradable». Lleva un collar y de él cuelga una
plaquita, se llama Lefou, «vaya nombrecito para un perro».
—Gaston, tienes dos semanas para
cumplir tu misión, de lo contrario, volverán a por ti. Tienes que trabajar el
campo, nuestros señores son los dueños de todas estas tierras y viven en el
castillo, al que no podremos acercarnos. Dormiremos en el cobertizo y deberás
compartir tu comida conmigo, tu único y fiel compañero. —Escucho las
recomendaciones de una desagradable vocecilla que sale por la boca del perro.
He decidido darme un baño en el río, el
golpe me ha debido de dejar atontolinao,
necesito despejarme porque creo que
el perro me está hablando, ya no escucho ladridos, ahora lo entiendo.
—¡Chuchillo! Ven a lavarte, el agua
está buenísima —le grito a mi compañero.
—Gaston, venga, vamos, debes relacionarte,
hay que encontrar el amor ––me dice mientras me estira de la camisa para
sacarme fuera del agua—. No me mires así, soy yo, Lefou, ¿no me recuerdas?
—¿Lefou? Venga ya, pero si él era un
gordo estúpido que me adoraba y disfrutaba de mi presencia —le respondo al
perro.
—Ejem, ejem. ¿Te parece poco que te
esté chupando la cara y moviendo la cola?
—¿Eres tú? Y por qué eres un perro,
¿qué has hecho para acabar siéndolo?
—Yo lo único que hice fue seguirte el
rollo, por tu culpa he terminado así, compañero. Por eso te digo que muevas el
culo y vayamos a buscar el amor, que hasta que no lo encuentres yo seguiré a
cuatro patas, ladrando y meneando la cola. Tu maldición me ha alcanzado a mí.
Las pulgas me están matando —me explica el canino.
Mañana se cumple el plazo y no ha
habido manera de encontrar a nadie que cumpla mis expectativas, todas son
demasiado feas y gordas, ninguna encaja con mi belleza natural.
El tiempo se agota y es que no sirve
que diga: «Esta», porque debo de amarla y debo de ver en su interior, pero
siendo tan incómodas de ver, difícil es ver más allá de esas caras mal hechas.
—Lefou, venga, tráeme el palito, se un
buen perro. —Se lo lanzo bien lejos, soy el mejor lanzador del lugar—. ¡Noooo!, cuidadooooo.
Mi fiel compañero se acaba de despeñar.
No veo el momento de llegar, corro tan
rápido como mis piernas me lo permiten, tan solo escucho sus gemidos de dolor.
¡Ay, mi Lefou!, creo que le ha llegado la hora.
–¡Amigo, ya estoy!
Me acabo de dar cuenta que me caen
lágrimas, estoy llorando, es la primera vez que soy consciente de que lloro por
alguien. «Los hombres no lloran», me repito una y otra vez, pero es que no
puedo dejar de hacerlo, se me ha cogido una pena en el pecho que me impide parar,
cada vez lloro con más dolor.
—No me dejes, compañero, no me puedes
abandonar de esta manera. Eres lo único que tengo, «mon ami». ¿Qué será de mí cada mañana cuando amanezca? ¿Quién
correteará por el campo conmigo mientras aro? Lefou, no me dejes, me moriré de
pena. —He dejado de oírlo, estoy tumbado a su lado acariciándolo, no se mueve,
ya no se queja.
Una nube de humo nos ha envuelto, creo
que ha llegado mi hora también, no he sido capaz de encontrar el verdadero amor
y he sido tan inconsciente de no ver en el interior de todas esas mujeres que
vivían en la aldea…
Lefou y yo nos marchamos juntos para
siempre de este mundo terrenal, nos marchamos abrazados, no quiero soltarlo, me
niego.
—¡Gaston, amigo, lo has conseguido! —Veo
que Lefou se ha levantado, esta caminando, me froto los ojos y me seco las
lágrimas, ahora sí que estoy alucinando, ya no es un perro, es el viejo
regordete de siempre, se ha convertido en humano.
—Lefou, esto es lo mejor que me ha
pasado en la vida, acabo de comprenderlo todo. —Me levanto y corro hacia él.
Era mi verdadero amor, mi amigo, mi
confidente en las últimas semanas, el amor incondicional de la amistad es tan
válido como cualquier otro.
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